

¿Cuál es la diferencia entre creer en la preservación y creer en la restauración del texto bíblico?
Comencemos definiendo por medio del Diccionario de la Real Academia Española[i] el significado de los términos “preservación” y “restauración”.
PRESERVAR
Del lat. praeservāre.
- tr. Proteger, resguardar anticipadamente a alguien o algo, de algún daño o peligro.
RESTAURAR
Del lat. restaurāre.
Conjug. c. causar.
- tr. Recuperar o recobrar.
- tr. Reparar, renovar o volver a poner algo en el estado o estimación que antes tenía.
¿Notamos la diferencia entre un concepto y otro? Mientras que “preservar” involucra resguardar algo de daño alguno de forma anticipada, “restaurar” significa que algo se deterioró y necesita ser reparado o recobrado. ¿Qué podemos decir acerca del texto griego original del Nuevo Testamento? ¿Fue preservado por Dios a través del tiempo o fue restaurado posteriormente por el hombre a través de la crítica textual ?
Hoy vivimos en un tiempo donde se relativiza mucho el significado de las palabras. El diccionario siempre ha sido una buena guía para determinar el sentido objetivo de las palabras en nuestro idioma como para resolver cuestiones de disputas de conceptos. Paradójicamente, en esta era posmoderna, muchos individuos utilizan palabras para darles, a su antojo, un significado distinto al original. Es decir, ya ni siquiera el diccionario parecería ser una norma respetable para determinar el significado de las palabras en medio de esta era posmoderna, donde cada cual puede decir que algo es blanco, cuando en realidad es negro.
Este mismo dilema se plantea hoy con aquellos que dicen apoyar “la doctrina de la preservación de las Escrituras”, pero a su vez creen que en el Texto Crítico[ii] griego como la fuente textual correcta para traducir el Nuevo Testamento.
Básicamente, es una contradicción de términos decir que se puede creer en el Texto Crítico y al mismo tiempo en la doctrina de la preservación de las Escrituras, ya que los que elaboraron el Texto Crítico creían en una restauración tardía del texto bíblico, luego que este supuestamente se corrompiera a través de los siglos.
La crítica textual siempre ha creído en tres etapas referente al proceso que sufrieron los manuscritos originales de la Biblia[iii]: transmisión, corrupción y restauración. El conocido crítico textual Bruce Metzger fue coautor justamente de un libro llamado: El Texto del Nuevo Testamento, su transmisión, corrupción y restauración[iv].
Vamos a ponerlo en perspectiva: si se cree que Dios dejó que Su Palabra se corrompiera a través de los siglos, obviamente necesita tarde o temprano una restauración. De esta forma se niega la doctrina de la preservación (que sería algo continuo en el tiempo). La crítica textual cree que el hombre, en última instancia, es el responsable de “ayudar a Dios” con la restauración del texto bíblico. Como sabemos, todo este asunto ha girado principalmente en dos códices del siglo IX, que son el Sinaítico y el Vaticano. La crítica textual martilla una y otra vez sobre el mismo clavo diciendo que por se antiguos son más fidedignos. Si bien la crítica textual hace un “gran despliegue” de erudición y conjeturas acerca de las familias de manuscritos y su transmisión, sabemos que en última instancia las grandes variantes del texto bíblico provienen principalmente de estos dos códices mencionados. A continuación, citaremos un ejemplo.
Un ejemplo objetivo: el final del Evangelio de Marcos
Ya hemos escrito como sociedad tres artículos respecto al “final largo” del Evangelio de Marcos[v], por lo tanto, no desarrollaremos la validez de este pasaje en esta oportunidad. Solo traeremos este ejemplo a colación para explicar qué es creer en la doctrina de la preservación de las Escrituras. Tener en cuenta que el Evangelio de Marcos quizás fue el primer escrito del Nuevo Testamento.
Según Metzger (en el libro mencionado anteriormente, pág. 281), la corrupción del texto griego del Nuevo Testamento se dio mayormente en los primeros tres siglos de la era cristiana. Esto supone que desde el siglo IV al siglo XIX (siglo en el cuál Westcott y Hort hicieron su Nuevo Testamento griego en 1881), el cristianismo estuvo por más de 1500 años con un texto corrupto del Nuevo Testamento. En este caso, también estuvo con un Evangelio adulterado en su parte final (que no es poca cosa).
Son innumerables los hombres de Dios que predicaron sobre Marcos 16: 9 al 20 a través de los siglos. Millones de cristianos lo han leído en sus hogares y explicado a sus hijos. Se han escrito cientos de comentarios bíblicos y libros citando sus versículos. Las confesiones de fe antiguas lo utilizan como base doctrinal. En definitiva, ¿cómo la crítica textual le puede decir hoy a la Iglesia de Dios que estuvo con un texto corrupto por quince siglos? Pero lo más llamativo es: ¿Cómo puede gente “ortodoxa”, que cree en la inerrancia bíblica, decirle hoy a la Iglesia que debe dejar de leer o predicar sobre ese “final largo” del Evangelio de Marcos?
Los que sucede en ciertos grupos cristianos evangélicos de hoy es alarmante. Sus pastores y maestros dicen a sus congregaciones que ellos son verdaderamente ortodoxos en la creencia de la doctrina de la inspiración y preservación de las Escrituras. Sin embargo, ¡al mismo tiempo le dicen que ya no predicarán más sobre Marcos 16: 9 al 20 porque se trata de un texto espurio! Es inconsistente decir que se cree “en la preservación” cuando se abraza el postulado de la crítica textual que presupone corrupción y restauración del texto bíblico. Esto es hacer caso omiso de la providencia de Dios.
¿Por qué estos pastores y maestros no se sinceran con sus congregaciones y les dicen que si bien creen en la inspiración e inerrancia bíblica, no creen en la preservación? ¿Por qué no dicen claramente que creen solo en una “restauración tardía” del texto bíblico? (Tal como lo expone la crítica textual). O no son sinceros o la posmodernidad los ha vuelto ambiguos en el significado de las palabras que quieren expresar (tal cual hemos visto al principio del escrito).
Creemos que no es posible mantener el status quo de una bibliología ortodoxa y a su vez aceptar que el texto de la Palabra de Dios estuvo en un estado de corrupción por siglos. Tampoco es correcto decir que la “preservación” se dio en manuscritos que la Iglesia nunca usó y que recién en el siglo XIX (al indagar en conventos católicos) se recuperaron copias más cercanas al original de la Biblia.
Los que creemos en el Texto Recibido griego como base textual para el Nuevo Testamento sostenemos que, si bien los copistas cometieron errores en su trabajo de transcripción, Dios fue preservando las copias de su Palabra para que estuvieran disponibles para Su Iglesia durante los siglos.
La gran cantidad de manuscritos[vi] que han circulado en el seno de la Iglesia, en especial en la época de la Reforma protestante donde se imprimieron las ediciones griegas que sirvieron como base para las traducciones a las lenguas populares, son una prueba del cuidado especial de Dios con su Palabra.
Creemos que Dios no permitiría que Su Iglesia estuviera con un Evangelio de Marcos fraudulento en su final, más cuando esos versículos son testigos de la resurrección de Cristo, Su “gran comisión” y sobre todo de Su ascensión a los cielos para sentarse a la diestra de Dios.
La doctrina de la preservación de las Escrituras no puede indicar otra cosa que la continuidad de un texto bíblico fiel disponible para la Iglesia de Cristo a través de toda su historia.