Cuando Job realmente vio la grandeza y la excelencia de Dios entonces confesó: «De oídas te había oído, mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco y me arrepiento en polvo y en ceniza.» (Job 42:5-6) La Escritura nos muestra muchos ejemplos semejantes de hombres piadosos que fueron grandemente humillados y abrumados cuando Dios les reveló algo de su grandeza y de su excelencia (por ejemplo: Isaías, Pedro y Juan).
Si usted toma en serio la forma en que la palabra de Dios compara los hombres de este mundo con «langostas», con «menos que nada» y como «cosa vana» (vea Isa.4:12-25), entonces esto le ayudará mucho a mantenerse humilde. Un espíritu verdaderamente humillado le ayudará mucho en sus esfuerzos para mortificar el pecado. Entre más que medite sobre la grandeza de Dios, más sentirá la vileza de sus deseos pecaminosos.
LA MORTIFICACIÓN DEL PECADO – Por John Owen