

¿Utilizar el Textus Receptus como fuente textual del Nuevo Testamento es un “anacronismo”?
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. (Mateo 24:35)
Algunos filólogos alineados con la crítica textual argumentan que utilizar hoy el Textus Receptus (o Texto Recibido Griego) para traducir La Biblia es una especie de “anacronismo”. ¿Qué es un “anacronismo”, según el diccionario? Es un error consistente en confundir épocas o situar algo fuera de su época[i]. Explicando el argumento de lo que plantea la crítica textual en términos sencillos, sería: “El Textus Receptus era el texto griego disponible en la época de la Reforma protestante del siglo XVI, pero era un texto con errores y falencias de una época precientífica y que, a la luz de los nuevos descubrimientos de manuscritos, no puede ser utilizado en la actualidad para traducir el Nuevo Testamento, pues hacerlo sería un anacronismo.
Esta idea que va en contra de la doctrina de la preservación que defendieron los reformadores y quedaron explicitadas en las confesiones de fe históricas. Vivimos en un tiempo de relativización de las palabras; por lo tanto, es necesario recordar lo que significan. La palabra “preservación”, según el diccionario es: Proteger, resguardar anticipadamente a alguien o algo, de algún daño o peligro. Al hablar de la preservación de la Biblia, nos referimos a que las copias de los manuscritos autógrafos que circularon a través de los siglos, y en especial las que llegaron a la época de la Reforma, fueron preservadas por Dios.
Sabemos que las copias individuales de los manuscritos de la familia bizantina[ii] sufrieron deterioro, y que muchas de ellas difieren ligeramente entre sí. Aclaramos esto para que el lector no piense que todos los manuscritos bíblicos que se encontraron coinciden exactamente entre sí. También muchos manuscritos no son copias completas del Nuevo Testamento, sino fragmentos de este.
A pesar de esto, la gran cantidad de miles de manuscritos bíblicos encontrados, corresponden en un 90% con la familia bizantina. En artículos anteriores hemos demostrado que en el siglo XVI hubo cerca de 30 ediciones diferentes del Textus Receptus. Las variantes entre una y otra edición son muy pequeñas y no revisten problemas de índole doctrinal.
Creemos que las copias que estuvieron en manos de los reformadores para traducir La Biblia a los principales idiomas del mundo, no llegaron por azar, ni tampoco pensamos que era un texto deteriorado o inferior a los originales. Creemos que Dios resguardó estas copias de los daños de los hombres para que su Palabra se mantuviera pura en todos los tiempos. Por eso la idea de preservación va ligada íntimamente a la Providencia.
Pero decir que utilizar el Textus Receptus es un anacronismo, es negar explícitamente la preservación bíblica a través del tiempo. No se puede ser ortodoxo y decir: “Creo en la preservación de la Biblia”, y al mismo tiempo argumentar que la iglesia estuvo en un tiempo determinado con manuscritos corruptos para traducir la misma.
La declaración de Chicago no es suficiente
En octubre de 1978, se hizo una declaración sobre la inerrancia bíblica, firmada por 240 teólogos evangélicos y adoptada por The Evangelical Theological Society en el 2003 (un mayor grupo de eruditos protestantes a nivel mundial). Dicha declaración fue una reacción al movimiento neoortodoxo de principios del siglo XX que atribuía errores a la Biblia, así como una inspiración parcial. Es decir, atacaba las doctrinas de las inspiración plenaria y verbal de la Biblia.
Si bien estamos de acuerdo en los postulados de esta declaración, no obstante, creemos que no profundizó suficiente en la doctrina de la preservación de las Escrituras, lo cual es muy importante. En el artículo 10 de esta declaración dice:
Afirmamos, en términos estrictos, que la inspiración tiene que ver con los autógrafos originales de la Escritura, los cuales, en la providencia de Dios, podemos conocer con gran exactitud gracias a los manuscritos disponibles. Afirmamos, además, que las copias y las traducciones de la Escritura son la Palabra de Dios en la medida en que son un fiel reflejo de los originales. Negamos que cualquier doctrina cristiana fundamental quede afectada por la ausencia de los autógrafos originales. Negamos, además, que la ausencia de los autógrafos originales invalide o le quite la importancia a la inerrancia bíblica.
La declaración habla de que si bien no contamos con los autógrafos, por la providencia de Dios contamos con copias que reflejan con gran exactitud “esos originales”. ¿Pero a qué copias o familia textual se refiere? La confesión calla al respecto. Tampoco habla nada de la preservación de esas copias a lo largo del tiempo, como sí lo hace la Confesión de Fe de Westminster y la Bautista de 1689. Lo cierto es que no se puede abordar la doctrina de la inerrancia dejando de lado la doctrina de la preservación. A continuación, veamos un ejemplo.
Buena leche desde origen hasta llegar a los hogares
Supongamos que una empresa láctea se promocione como aquella que tiene la mejor leche: pasteurizada, libre de bacterias, rica en proteínas etc., es decir, la leche más pura del mercado. Pero supongamos que se cometa el error de utilizar envases defectuosos y medios precarios para su distribución. Por ejemplo, envases que no son muy herméticos y que les entra aire, o que la cadena de frío del transporte no sea buena en todo su recorrido. De esta manera, estaría llegando a los supermercados una leche defectuosa que no cumple con los estándares de salubridad. Si bien, el origen era puro, la cadena de distribución lo echó a perder. Así es como piensa la crítica textual respecto a los originales y las copias de la Biblia que circularon a través del tiempo.
Según ellos, la Palabra de Dios inspirada pura en los autógrafos, se echó a perder en el tiempo por malos copistas. Podemos aceptar que una empresa láctea cometa estos errores de proceso, pues es una empresa humana, pero no podemos pensar que el inmutable Dios trate así a Su Palabra. Los planes de Dios nunca son frustrados.
Si reconocemos los atributos de Dios, veremos que toda su obra es perfecta. ¿De qué valdría creer en la doctrina de la inerrancia si se argumenta que los manuscritos a través del tiempo fueron minados de error? ¿Dónde quedaría la idea de Providencia en tal caso? ¿Acaso Dios inspiró Su Palabra de manera pura, pero no supervisó su distribución de manera constante?
Quieran o no, aquellos que quieren ser ortodoxos en bibliología, pero defienden al mismo tiempo el texto crítico[iii], se encuentran en un callejón sin salida con la doctrina de la preservación. O bien redefinen su ortodoxia, o bien redefinen una idea distinta a lo que se llama “preservación”.
Nosotros perseveraremos como sociedad bíblica en defender la doctrina de la preservación, pues creemos que Dios, quien obra de manera inmutable y eterna, así ha tratado a Su Palabra a través de los tiempos.
El principio de tu palabra es verdad; y eterno es todo juicio de tu justicia.
(Salmos 119:160 )