Un distinguido escritor, en su tratado sobre el pacto, nos cuenta que conocía a un cristiano que, cuando era un niño espiritual, gemía con tanta vehemencia buscando la seguridad infalible del amor de Dios que, durante mucho tiempo deseaba fervientemente oír una voz del cielo. A veces, caminando en los campos a solas, deseaba con ansias alguna voz milagrosa de los árboles y las piedras. Esto le fue negado después de muchos deseos y anhelos. Pero, a su tiempo, algo mejor le fue concedido en la manera ordinaria de escudriñar la palabra y su propio corazón.
Una persona culta nos da otro ejemplo similar de alguien que estaba siendo llevado por la tentación a los límites de la desesperación. Finalmente, al conseguir estar establecido y asegurado, alguien le preguntó cómo lo había conseguido, y él respondió: “No fue por una revelación extraordinaria, sino sujetando mi entendimiento a las Escrituras y comparando mi corazón con ellas”.
John Flavel – Libro: Examinando el Corazón